jueves, 28 de julio de 2011

Capítulo 4.

Laura da golpecitos con las uñas en la pantalla de su móvil. ¿Dónde se han metido? Habíamos quedado hace 10 minutos. Hace mucho calor. Lleva el pelo recogido en una coleta alta, pero aún así le molesta en el cuello. Quizá debería cortármelo, piensa. En ese mismo instante, Virgina y Patricia aparecen por la esquina. Laura sonríe y se señala la muñeca izquierda repetidas veces.
-Lo sabemos, ¡perdona! Es que se nos ha escapado el bus y hemos tenido que esperar el siguiente. Ey, ¡qué morena estás! Y mira tu pelo, ¡te ha crecido muchísimo!-dice Virgina, mientras abraza a su amiga.
-Sí tía, ¿es que en Cádiz no hay peluquerías o qué? Anda, dame dos besos, ¡tonta! Te hemos echado mucho de menos.
-Yo también tenía muchas ganas de veros. Las vacaciones no son lo mismo si no las pasas con tus amigas -sonríe Laura.
-Sí, sí, todo eso está muy bien, pero cuéntanos todo lo que has hecho -la interrumpe una de ellas.
-Eh, que no hay prisa. Vamos a la piscina y ya os cuento con tranquilidad. Espero que tengáis hambre, mi madre ha encargado pizzas para comer. Por cierto, ¿sabéis algo de María?
-Bueno, Patri habló con ella anoche.
-Sí, me dijo que seguía en el pueblo y que no volvería hasta la semana que viene, justo para empezar las clases. Al parecer continúa saliendo con el chico aquel, Leo.
Todas sonríen. Parece increíble, pero María lleva dos meses saliendo con un chico. Ella, que odiaba las relaciones.

Las chicas llegan a la piscina de la urbanización de Laura, dejan las toallas en las hamacas que están más cerca de la sombra y se tiran al agua. Las tres amigas juguetean dentro de la piscina, se tiran agua, se hacen aguadillas y ríen con ganas. Laura sale y se tumba en una hamaca a escuchar algo de música. Mira a sus amigas sonrientes y se le escapa una sonrisa a medias. Pasar el verano con la familia está bien, pero no hay nada como un día de piscina con tus mejores amigas. Las ha echado mucho de menos, pero al fin está aquí de nuevo, con ellas. Piensa en que sólo les queda un año juntas y ese pensamiento hace que su corazón dé un vuelco. Si, el último año de instituto y después cada una escogerá un camino diferente en la Universidad. Será muy duro, pero el momento se acerca. Lo único que puede hacer es aprovechar cada día de este último curso juntas. Un curso duro, pero al que no le tiene miedo. Miedo. Hace semanas que no siente miedo de nada. Desde aquel día de junio, decidió darse una nueva oportunidad y dejarse llevar en cada momento.
 Sus amigas salen del agua, y justo entonces suena un mensaje en su móvil.
-¿Quién es? -dice Virginia mientras se seca el pelo con la toalla.
-He conocido a un chico -sorprende Laura a sus amigas.
-¡¿Qué?!- gritan las dos a la vez.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Capítulo 3.


Hay días en los que no te apetece levantarte de la cama. Que el simple hecho de que haya amanecido te pone de mal humor. Por suerte, es sábado y puede quedarse acostada un rato más. Le duele la cabeza. No debió beber tanto anoche… pero lo necesitaba. Necesitaba una noche loca con sus amigas. Olvidarse de todo durante un rato y divertirse. Sí, le vino bien. Las amigas están para eso. Son esas personas que no cambiarías por nadie. Las que lloran contigo y ríen más fuerte que tú cuando estás feliz. Que son capaces de dejarlo todo y recorrerse medio mundo si necesitas su ayuda. Saben lo que tienen que decir y cómo lo tienen qué decir, te arrancan una sonrisa cuando lo último que te apetece es reír… Que te conocen de sobra, y saben cuándo tienen que ayudarte y cuándo dejarte a ti sola para que te equivoques y así aprendas la lección. Pero sobre todo… las que jamás te piden nada a cambio.
¿Qué hora es? Mira el móvil. 13:07. Ya va siendo hora de levantarse. Enciende el ordenador y abre su Tuenti. 20 etiquetas en fotos y un mensaje privado. Mira las fotos una por una, salen todas muy bien. Hay una en la que aparece ella sola, muy sonriente y tiene un comentario. “David López Sánchez: guapaa! (:”. Siente una punzada en el pecho. ¿Por qué hace eso? ¿No se da cuenta de lo que duele? Termina de ver las fotos y abre el mensaje privado. Es de él. Su corazón se acelera rápidamente. “Hola Lau… ¿cómo estás? Te echo mucho de menos, no te puedes ni imaginar cuánto. Siento haber sido tan bruto contigo, pero ya sabes como soy, no me gusta andarme con rodeos. Me gustaría saber que estás bien, y que dentro de poco todo vuelva a la normalidad. Un beso.”


Que todo vuelva a la normalidad… Sí, a mi también me gustaría. Aunque sería engañarme a mí misma. La amistad tiene que ser un sentimiento sincero, cuando una de las dos personas siente algo más, esa amistad es falsa. Lo único que esa persona busca es pasar más tiempo con la otra, egoístamente… Pero voy a ser fuerte, no voy a dejar que esto pueda conmigo, desde luego que no. ¿Quieres que sea tu amiga? Lo seré… Eso sí, voy a estar aquí, esperándote. Porque sé que eres para mí y no voy a rendirme tan fácilmente. Te conseguiré, cueste lo que cueste.

domingo, 29 de agosto de 2010

Capítulo 2.

Por fin suena el timbre que avisa a todos que las clases han acabado hasta el día siguiente. Las cuatro amigas recogen apresuradamente sus libros y salen de la clase.

-Esta tarde voy a ir a la biblioteca, con mi hermana pequeña es imposible estudiar. ¿Os apuntáis? –pregunta Virginia.
-Por mí vale, ¿quedamos ahí a las 5?
-Contad también conmigo, en mi casa no me concentro y si estoy con vosotras, me obligáis a estudiar-añade Patricia.
-Yo… mejor me quedo en casa tranquila. Ya hablaremos esta noche, ¿vale chicas? Me voy ¡que se me escapa el bus!-y diciendo esto, Laura desaparece corriendo.

Al llegar a la parada, mira el reloj. Y tres minutos. Hasta y cinco no pasa. Se sienta en el banco y espera. Aún no puedo creerme lo que pasó el viernes. Sabía que antes o después David se iba a enterar, pero no de esa manera. Pensaba esperarme a que lo dejara con Rocío para decírselo yo misma. Parece increíble que en tan poco tiempo, sienta tantas cosas por él. Hace apenas cuatro meses, no sabía ni que existía y ahora...
Llega el autobús. Se levanta del banco, sube, y se sienta en su asiento de siempre, al lado de la ventanilla. En la calle, le llama la atención una gran pintada: “Ainhoa y Guille. Siempre juntos”. Laura no puede reprimir una risita de desprecio. Siempre juntos. Ya, claro. A saber qué habrá sido de estos dos. El amor es un asco. Son sólo complicaciones, comeduras de cabeza diarias y ganas de pasarlo mal… Sí, para enamorarse hay que ser muy masoca. Se pone los cascos, dispuesta a perderse en lo único que le hace sonreír en momentos como éste: la música.


-Hola papá, mamá- dice entrando en casa. Entra en su habitación y se encuentra a su hermano jugando con el ordenador.-Hola enano, ¿qué haces?- pregunta mientras le da un beso.
-Papá nos ha comprado un juego nuevo. ¿Quieres probarlo?
-Más tarde, voy a comer.

Aunque la verdad es que no tiene nada de hambre. Sólo tiene ganas de llorar, de llorar hasta deshidratarse. Como si con las lágrimas también fuera posible expulsar ese sentimiento de lo más profundo de ella. Ojalá todo fuera tan fácil como llorar… Ojalá tuviera la misma facilidad para olvidar a David. Pero, ¿a quién pretendo engañar? Yo no quiero olvidarlo, claro que no. Yo lo único que quiero es tenerlo a mi lado, saber que él siente lo mismo. Mirarlo a los ojos y sentir que su corazón me pertenece, que es en mí en quien piensa cada noche al acostarse, que no tiene ojos para nadie más que no sea yo… ¿Es mucho pedir?
Desgraciadamente sí. En especial cuando sabes que hay otra persona que tiene eso que tú tanto anhelas.


Algo más tarde, en casa de David.

-Entonces, ¿estás seguro de que le quedó claro que tú no quieres nada con ella?
-Que sí, ya te lo he dicho.
-Bueno, espero que tengas razón. Te dejo, que me están llamando. Adiós, te quiero.
-Adiós, Rocío. Yo también.

Cuelga el teléfono. Odio cuando se pone tan celosa, sabe de sobra que la quiero, que la quiero muchísimo, pero aún así, es muy desconfiada. Muy “posesiva”, como diría Laura. Se le escapa una sonrisilla al acordarse de su amiga. ¿Qué estará haciendo ahora mismo? ¿La llamo? Mejor que no, seguro que soy la última persona con la que tiene ganas de hablar. Pobre, la verdad es que fui un poco brusco. Rocío tenía razón, Laura se estaba enamorando de mí. Y yo que no me daba cuenta. Vale que pasábamos mucho tiempo juntos, pero es lo normal en los amigos. Creía que no había más que eso, amistad. Pero al parecer ella confundió amistad con algo más… La echo de menos, y eso que sólo han pasado tres días. La verdad es que las cosas son muy diferentes sin ella, sin sus bromas, sin su gran sonrisa, sin su manera de hacerme rabiar. Ella es una de las únicas personas que ha sabido escucharme cuando más lo necesitaba. En mis peleas con Rocío, mis comeduras de cabeza, mis miedos… Ella siempre ha estado ahí. Incluso el día aquel que me peleé con mi padre y lo pasé tan mal, que Rocío ya tenía planes y sólo se limitó a llamarme por teléfono para intentar animarme, ella fue quien me escuchó, me aconsejó y quien estuvo conmigo hasta que me sentí mejor. Laura es una gran persona. Hay que ser muy idiota para dejarla pasar. Y eso es lo que soy yo, un idiota que no me merezco ni tenerla en mi vida.

Anochece, las calles están iluminadas. Y, a pesar de ser un lunes por la noche, hay bastante gente paseando.

Laura abre el MSN y a los dos segundos, una pestañita naranja le informa de que le están hablando. Sabe de sobra quién es.

María: ¡Llegas tarde!
Virginia: Sí, tía, llevamos aquí esperándote unos tropecientos años…
Laura: ¡Exageradas! Si sólo me he retrasado 15 minutos. Bueno, y ¿por qué me estabais esperando tan ansiosas? ¿Alguna novedad que contar?
Patricia: Claro que sí. Pero nos la tienes que contar tú. ¿Qué te ha pasado con David? Esta tarde, cuando volvíamos de la biblioteca nos lo hemos encontrado y nos ha preguntado que cómo estabas. ¿Es que tienes que estar de algún modo en especial?
Virginia: Venga, ya estás tardando en empezar a contárnoslo.

Pfff… Ahora a contarles todo. Todo, todo, todo. Aunque parezca increíble, ellas no saben que me gusta David. Me lo he callado todo para mí solita, pensando que así sería más fácil; menos doloroso por si llegaba un momento como éste. Pero sí. Son mis amigas y creo que se merecen saber la verdad. Desde el principio. Claro que se lo merecen. Son ellas, las de siempre. Quizás necesite desahogarme, sacar todo esto. Me vendrá bien compartirlo con alguien. Y, ¿quién mejor que ellas? En momentos como éstos, cuando sientes que el mundo se te viene encima, cuando crees que estás sola… aparecen las personas realmente importantes.

María: ¿Y bien…?
Laura: Chicas, poneos cómodas…

domingo, 8 de agosto de 2010

Capítulo 1.


Suena la alarma por tercera vez en la mañana. Laura coge el móvil, mira la hora y se levanta de un salto. Mierda, he vuelto a quedarme durmiendo. Se viste apresuradamente, corre hacia el aseo torpemente y, tras lavarse los dientes, vuelve a su habitación para meter los libros en la mochila. Mira la hora. No me da tiempo a desayunar. Coge la mochila y se dirige a la parada del autobús. Qué suerte, el muchacho que se sube en la misma línea que yo aun sigue aquí. Se miran y se sonríen. La verdad es que nunca han cruzado ni una sola palabra, pero después de estar viéndose a diario durante todo el curso, ambos de reconocen de sobra. Se asoma al final de la calle y ve que el autobús número 7 se acerca. Busca en su mochila el bonobús y espera a que llegue a su parada. Sube y se sienta en el primer asiento libre que encuentra.

Odia los lunes. Para colmo, le espera una larga semana de exámenes por delante. El autobús llega a su parada y se baja. Enseguida ve en la puerta del instituto a sus amigas.
-¡Ey, Lau! ¿Dónde te has metido todo el finde? Te hemos dejado mil mensajes privados en el Tuenti y no has dado señales de vida.
-Lo siento, Vir, he estado encerrada en mi casa estudiando.
-¿Otro fin de semana estudiando sin salir de tu casa? Joder, como mínimo ya podrás sacar notables en los exámenes, ¿eh?- sonríe burlona María.
La sirena las interrumpe y las tres se dirigen a clase. Por el pasillo aparece Patricia, que se acerca con una gran sonrisa.

-Pues me parece fatal que ni siquiera te vinieras el viernes con nosotras.
Genial. Encima ahora me contarán su maravilloso fin de semana.
-¿Adónde fuisteis el viernes? Anda que me vais a avisar, ¿eh?- bromea la recién llegada.
-¿Pero tú la estás escuchando, María?
-¡Qué morro tienes, tía! Si te suplicamos que te vinieras, pero estabas muy ocupada celebrando tu milésimo aniversario con Ángel.
Patricia sonríe
-¡Qué exagerada! Si sólo llevamos dos años.
-Dos años con el mismo tío es una eternidad, guapa-contesta María.
-Para ti es una eternidad aguantar dos días con el mismo- se burla Patricia.
Todas se echan a reír menos Laura, que se ha limitado a presenciar la conversación se sus amigas con la mirada fija en el suelo.
Llegan a su clase y entran en ella. Las cuatro amigas se sientan en sus respectivos pupitres en la fila pegada a la pared. En menos de 10 segundos, el profesor de Lengua aparece en la puerta y se dispone a empezar su clase.
Pero Laura solo ve cómo la pizarra se llena de sintaxis, se borra, se vuelve a llenar, se vuelve a borrar…
-¿Laura? ¿Estás viva?
-¿Eh?
-¿Qué te pasa? Llevas toda la clase mirando a la pizarra y ni siquiera has copiado una sola frase.
-Sólo estoy cansada, estoy deseando acabar ya los exámenes.
-Sí, pues prepárate, que aun nos queda lo peor.
Laura se limita a sonreír. Virginia mira a su amiga nada convencida de que únicamente esté cansada. Suena la alarma que da por finalizada la clase de Lengua.
Las dos clases siguientes transcurren de forma aburrida para todos los alumnos. Por fin llega la ansiada hora del recreo.
-¡Qué tostón de Matemáticas!- se queja María.
-Yo, definitivamente me voy a junio con todo el libro- contesta Patricia.
-Pues yo no las llevo demasiado mal, puede que apruebe también esta evaluación- dice Virginia, burlándose de sus amigas.
Laura avanza por el pasillo con sus amigas con la intención de olvidarse por un rato de ese tema que le ronda la cabeza y descansar 30 minutos, cuando, de repente, lo ve. Sus miradas se cruzan. Joder, hoy está más guapo de lo normal. Ambos esbozan una sonrisa un tanto forzada y siguen sus respectivos caminos. Qué tonta soy, debo dejar de pensar en él. No voy a conseguir nada. Tiene novia, ¿no?, pues ya está. “Mientras haya una única posibilidad entre un millón, vale la pena intentarlo”, Laura recuerda la frase que escribió hace unos días en su espacio personal. Vaya frase más absurda. Claro que vale la pena intentarlo, pero no cuando la otra persona está enamorada de una tercera. Se acabó. Él ya no existe.
-¿Y tú, Laura?- pregunta María
-¿Yo, qué?- la pregunta le ha pillado desprevenida.
-Joder, anda que estás poco atontada hoy, ¿eh? Que cómo llevas Matemáticas.
-Ah, no lo sé. A ver cómo me salen los exámenes.
-Chicas, ¡por favor! Que estamos en el recreo, ¿no podemos hablar de otra cosa…?- dice Patricia, un poco harta de que últimamente todo el mundo hable de lo mismo.
-Claro, cuéntanos qué hiciste el viernes con Ángel- dice desafiante María.
-Sí, ¡eso! ¿Te volvió a regalar otro peluche y otro ramo de rosas igual que el año pasado?- ríe Virginia.
-No, no. Mejor una pulsera de amor eterno, como las navidades pasadas- añade entre risas Laura, que se ha olvidado por un momento de lo ocurrido ese fin de semana y se ha unido al pique entre sus amigas.
-Sí, reíros ahora, que ya os reiréis menos cuando el amor llame a vuestros corazones de piedra- contesta ahora Patricia, sacándoles la lengua.

Tres días antes.
Por fin es viernes. Laura deja la mochila encima de su cama y enciende el ordenador. Con el corazón en un puño, entra al MSN y ahí ve al único que le interesa en ese momento entre sus decenas de contactos. ¿Lo saludo? No, voy a esperar si me saluda él. Pasados dos minutos, Laura no puede más y pone el puntero del ratón sobre su nick. Click.
-Hola- icono sonriente
-Hola, Lau
-¿Qué tal estás?
-Como siempre. Oye me tengo que ir a comer, luego hablamos, ¿ok? Un beso.
Laura va a despedirse, pero ya es demasiado tarde, se ha desconectado. Qué raro, no suele comer tan pronto. Cierra sesión y abre el explorador de Internet. Se conecta a Tuenti. Debajo de su foto de perfil aparecen unas palabras en verde que le indican sus novedades. Un mensaje privado, tres fotos con comentarios y dos invitaciones a eventos. Qué pesados con los eventos, seguro que son los de “Adivina quien te visita”. No me puedo creer que haya gente que se crea eso. Clickea sobre los eventos y comprueba que no se ha equivocado. Los rechaza y lee el mensaje privado. Es Virginia. Joder, ¿ya? Claro, su casa está al lado del instituto, habrá llegado hace ya un buen rato. A ver qué quiere.
¡Laaaaaau! ¿Tienes planes para hoy? ¡Pues deshazlos! Vamos a pasar la tarde en mi piscina dándonos un baño y tomando el sol, que te hace falta, ¡Casper! Luego peli, palomitas y noche de chicas en mi casa. ¿Qué me dices?
¿Noche de chicas? Bueno, no suena mal. Justo cuando va a contestarle, su madre le avisa de que la comida ya está lista. Después de comer le contesto.

Termina de comer y vuelve a conectarse al MSN, después de haber contestado con un gran SÍ a la propuesta de su amiga. Ahí está. Duda entre hablarle o no, pero se decide a hacerlo antes de que se vaya. Últimamente está muy poco tiempo conectado.
-Hola de nuevo.
-Buenas.
-¿Qué vas a hacer esta tarde?
-Pues Rocío quiere ver una película nueva, que tiene pinta de ser un pastelón flipante, pero habrá que ir con ella. ¿Por qué lo dices? ¿Querías quedar?
-No, bueno, sí. En realidad solo quería que nos viéramos un rato, porque he quedado con éstas para ir a la piscina.
-Ah.
Silencio.
-Oye, Lau…
-Dime.
-Sí que me gustaría que nos viéramos, porque tengo que decirte algo y creo que no es un tema como para hablarlo por aquí.
-Ok. Pero temprano, que a las 6 voy a casa de Vir.
-Entonces, ¿te espero en nuestro parque a las 5?
-Perfecto, hasta entonces. Un besazo.
-Hasta entonces.

¿Qué querrá decirme? A lo mejor Rocío y él lo han dejado. Pero, ¿qué digo? Si me acaba de decir que esta tarde van al cine. Quizá lo vayan a dejar porque él se ha dado cuenta de que a quien quiere en realidad es a ella. Claro, ¿y qué más? Nada más. No es tan raro. Se conocen desde hace poco tiempo, pero desde mucho antes de conocerse, ella se había fijado en él. Un día los presentaron por casualidad y desde ese momento no han parado de hablar por el MSN e incluso han quedado varias veces en el parque. Nuestro parque, como él ha dicho. Hemos pasado ahí tantas tardes. Tardes de agobio en las que los dos necesitábamos despejarnos un rato y tras una pequeña conversación por Internet, a los 15 minutos ya estábamos los dos ahí. Ventajas de vivir cerca, supongo. ¿Qué querrá decirme?

Se acerca al ordenador y pone en el reproductor una a una todas las canciones de su grupo favorito. Se acuesta en la cama escuchándolas, mientras se imagina una vez más esa escena, que está convencida que algún día será real. “Laura, lo he dejado con Rocío. Te quiero” ¿A quién pretendo engañar? Eso es algo imposible. Bueno, imposible no, más bien improbable. Pero, sin embargo, esta tarde hemos quedado para hablar. De algo serio, muy serio tiene que ser para no querer hablarlo por el MSN. Con las horas que pasamos hablando juntos… ¿Será hoy el día? Y con ese pensamiento en mente, mira la hora. Las cuatro y cuarto. ¡Mierda! Rápidamente, se ducha, se viste, se peina y se pinta en un tiempo récord. Las cinco menos cuarto. Coge su bolso y se dirige a la puerta.
-¿Adónde vas?- su madre interrumpe sus pensamientos.
-Vamos a la piscina de Virginia, pero primero voy a acompañar a Patri a comprar unas cosas.
-De acuerdo, no vengas tarde.
-En realidad, nos quedaremos a dormir en su casa, ¿te importa?
-No, claro que no.
-Vale mamá. Hasta luego- le da un beso rápido en la mejilla y sale de su casa.
Odia mentir a su madre, aunque últimamente lo hace demasiado. Para ser más exactos, desde que conoce a David no ha hecho más que mentirle. ¿Qué puedo hacer? ¿Decirle que voy a quedar con un chico que a penas conozco? Mi madre para esas cosas es muy rara, y enseguida empezaría a pensar mal. Pero lo cierto es que tampoco había nada importante que contar. Él era solo un amigo. Un amigo con novia… ¿o quizás desde esa tarde ya no la tendría? Quién sabe. Ahí está. Qué guapo. Lleva una camiseta de manga corta rosa y un pantalón vaquero.
-Hola.
-Hola.
Los dos se sonríen y se dan dos besos.
-Bueno, pues tú dirás. ¿De qué querías hablar?
-Es algo complicado. ¿Nos sentamos ahí?
-Claro, vamos.
Se dirigen a su banco. Al banco de siempre.
-A ver, Lau… Tú sabes que llevo mucho tiempo con Rocío, ¿verdad?
-Claro.
-Y también sabes que vamos en serio.
-Sí.
Esto pinta mal. Si lo van a dejar, ¿por qué me dice que van en serio? No lo entiendo…
-Pero, David, ¿por qué me dices estas cosas ahora?
-Porque nosotros, aunque nos conocemos poco tiempo, hemos conectado de una manera muy fuerte … Mira, no me voy a andar con rodeos: creo que estás empezando a sentir algo por mí. ¿Me equivoco?
No me lo puedo creer. ¿Esto está pasando de verdad? ¿Y ahora qué hago? ¿Lo niego todo? No, puede que antes de dar el paso necesite estar seguro al cien por cien.
-No, no te equivocas.
-Lo suponía. Mira Laura, me encanta estar contigo, me pareces una chica de las pocas que merecen la pena…
¿Ahora viene el “pero”?
-…pero yo quiero a Rocío. Y temo que si seguimos viéndonos a diario, esto va a ir a más y no quiero perderte como amiga. Eres una de las pocas personas en las que confío y, de verdad, me dolería mucho perder nuestra amistad. Lo entiendes, ¿no? Tú sabes de sobra que estoy enamorado de Rocío desde mucho antes de conocerte, y que de momento, eso no va a cambiar. Además, a ella tampoco le hace demasiada gracia que quedemos a solas tan a menudo tú y yo. ¿Me entiendes?

Bravo. Si existiera un premio a la persona más tonta de toda la raza humana, seguro que me lo darían a mí. ¿Quién me manda enamorarme de él?
-Claro.
-Entonces… mejor que no quedemos por un tiempo, ¿vale? Un paréntesis en nuestra amistad para aclararnos… Pero podemos seguir hablando de vez en cuando.
-Claro.
-Lo siento mucho Laura… pero creo que es lo mejor. ¿Estás bien?
-Sí, claro que estoy bien. ¡No pasa nada, en serio!
-¿Seguro?
-Seguro.
-Vale, entonces ya nos veremos. Me tengo que ir. Adiós, Lau.
-Adiós, David.

Y, dando un último vistazo atrás, David desaparece. Si se hubiera girado sólo unos segundos más tarde, habría podido ver una lágrima deslizándose por los grandes ojos verdes de su amiga.

Laura se siente ridícula. ¿Cómo había podido pensar que la iba a dejar por mí? No me merezco a alguien como David. Esa perfecta sonrisa, esos ojos marrones tan profundos… es imposible que él se fijara en mí. Y en ese banco, que ha sido testigo de tardes eternas de bromas, pipas y sonrisas, estalla en lágrimas. Tras varios minutos, Nadie como tú la devuelve a la realidad. Sabe de sobra quién la está llamando al móvil. Esa es la melodía que tiene única y exclusivamente para ella. A pesar de que no haya nadie como ella, en esos momentos no le apetece dar explicaciones de nada a nadie.
-Dime, Vir.
-¿¡Dónde estás!? Estamos esperándote, pero como tardes mucho en venir, nos metemos en la piscina. ¿eh?
¿Qué hora es? Se mira la muñeca izquierda. Las seis y cuarto. Joder, qué rápido ha pasado el tiempo, ya hace más de media hora que se fue David.
-Perdona, no voy a poder ir. Es que quiero estudiarme bien el examen de Filosofía del martes, que necesito sacar nota.
-Joder, ¿tú tampoco vas a venir? ¡María, que tampoco viene Lau!
-¿Dónde está Patri?
-Estará en su casa arreglándose para esta noche, que se va a cenar con su Ángelito.
-Es verdad, hoy hacen dos años.
-Sí, hija. Qué poca envidia me dan. Bueno, cari, te dejo, ¿eh? Que hace un calor aquí que no veas, y María ya se ha metido en la piscina. ¡Suerte con Filosofía!
-Vale, gracias. Pasadlo bien.
Y sin saber muy bien qué hacer, vuelve a su casa, se encierra en su habitación y se pasa el resto del viernes tumbada en su cama maldiciendo sus falsas esperanzas con David.